lunes, 8 de febrero de 2016

Artífices II

Continuando con el espacio dedicado a músicos, artistas y artesanos ligados al ambiente organístico, queremos destacar hoy al maestro José Cicero, quien fue organista y director del coro de la Basílica del Santísimo Sacramento en Buenos Aires durante cuarenta años.

José Cicero nació el 25 de mayo de 1934 en Vicente López, provincia de Buenos Aires. En su entrada a la adolescencia y hasta su primera juventud fue seminarista en el Seminario de la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. Allí aprendió latín y canto gregoriano, lo cual modeló su espíritu sensible para la música para toda su vida.

Según él mismo relata en una entrevista realizada en julio de 1990 para el boletín parroquial de la parroquia del Santísimo Sacramento, contrajo matrimonio con María Angélica Parodi con quien tuvieron tres hijos: Cecilia Inés, Horacio Eduardo y Ernesto José.

José Cicero dirigiendo el coro
de la Basílica del Santísimo Sacramento


Realizó sus estudios musicales en forma privada, mas posteriormente decidió revalidarlos oficialmente ingresando al Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, del cual egresó en 1972 con los títulos de Director de Orquesta y Director de Coro. Como director de Coro se especializó en Canto Gregoriano y Polifonía Sagrada.




Sin embargo, sus primeras actividades como Director de Coro y organista comenzaron en el año 1957 en el coro "Lagun Onak" con la guía y supervisión de su fundador y primer director, el recordado padre Luis de Mallea, el cual en una oportunidad quiso compartir la dirección del coro con el joven José Cicero, dirigiendo medio concierto cada uno.

José Cicero junto a integrantes del coro
(de pie, el tercero desde la izquierda)

No menos importante fue su colaboración y participación junto al padre Jesús Gabriel Segade en la Cantoría de la Basílica de Nuestra Señora del Socorro. Tal fue la  excelente impresión que causó en Segade la preparación de ciertas obras y el clima musical que Cicero lograba con la Cantoria cuando se le confiaba esta tarea, que no sólo lo ponderó públicamente en una oportunidad sino que esta confianza le valió una muy satisfactoria presentación por nota, firmada por el padre Segade, ante el presidente del Fondo Nacional de las Artes, doctor Juan Carlos Pinasco, en enero de 1972.


En aquella presentación, solicitada por Cicero para una gestión personal, Segade expresó:
"El señor Cicero es colaborador mío hace ya once años como integrante de la Cantoría del Socorro y como preparador técnico de la misma. Sus cualidades personales y musicales entre las que se destacan su inflexible seriedad y responsabilidad lo han hecho acreedor también al cargo de organista en la Basílica del Santísimo Sacramento, que con dicho órgano y el coro trabaja exitosamente por una revalorización y dignificación de la liturgia."

Cabe decir que el Fondo Nacional de las Artes dio curso favorable a la solicitud del maestro José Cicero.

José Cicero dirige un concierto en la Basílica

Su ingreso a la actividad musical en la Basílica del Santísimo Sacramento tiene lugar en septiembre de 1969. El también recordado maestro Hermes Forti lo invita a colaborar con él en la dirección del coro que en aquel entonces cantaba en los casamientos. En 1970 se integra al coro de la Basílica dirigido por el padre José Bevilacqua para los conciertos de Semana Santa, Corpus Christi y Navidad que se ofrecían cada año.


José Cicero (sentado, en el centro)
junto a integrantes del coro



Hacia fines de 1971 enferma el maestro Forti y el padre Bevilacqua debe hacerse cargo de toda la actividad musical de la Basílica. Frente a esta situación, José Cicero es requerido por el padre Bevilacqua pidiéndole  una colaboración más asidua para las ceremonias litúrgicas y las bodas. 




Con el devenir de los años, y requerido naturalmente por su actividad pastoral, el padre Bevilacqua fue delegando en el maestro Cicero cada vez mayor responsabilidad en la tarea musical. Frente a tan importante trabajo, tuvo el permanente aliento de un verdadero hombre de Dios, tal como consideramos fue el padre José Aristi.

Ante el traslado del padre Bevilacqua como párroco de la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en la ciudad de La Plata, al maestro Cicero le fue confiada por la comunidad sacramentina toda la responsabilidad musical de la Basílica. Esto ocurrió en el año 1982 y continuó hasta 2010, año en el cual cesó en sus funciones como organista y director del coro.


José Cicero (primero, a la izquierda)
con Carlos Cappellaro (centro)
e integrantes del coro

Por relato del mismo maestro Cicero sabemos que durante varios años su itinerario comenzaba con la tarea de copista y arreglador en la Orquesta Sinfónica de la Policía Federal Argentina con sede en el barrio de Barracas. De allí se trasladaba hasta las calles Austria y Las Heras, en el barrio de Palermo, para preparar y dirigir al Coro Nacional de Ciegos, tarea que desempeño al suceder al maestro Ladislao Scotti y, concluido este segundo trabajo diario, partía hacia Retiro para llegar, como todos los días durante años, a la bendición con el Santísimo Sacramento y posterior misa vespertina, donde acompañaba estas ceremonias con órgano y canto. Para las bodas, dirigía el coro y el órgano era pulsado, luego del traslado del padre Bevilacqua, por el organista Carlos Cappellaro.


Hace poco tiempo, el maestro Cicero nos confirmó con sus propias palabras algo que siempre se manifestaba claramente mientras tocaba y cantaba al mismo tiempo: "...cada vez que acompañaba con música las misas, ya con cánticos, ya con órgano solo, hacía de cada intervención un momento de oración."


Rok Fink - José Cicero
junto a la consola del órgano

Y haciendo actual su consideración final en aquel boletín parroquial de 1990, el maestro José Cicero expresaría: " Cuarenta años al servicio del culto del Señor Sacramentado y de mis hermanos a quienes intenté ayudar humildemente a cantar, hacen nacer en mi corazón un profundo agradecimiento a Dios nuestro Señor, extensivo a la Comunidad Sacramentina que me permitió tan alto como inmerecido honor."



Aquel último domingo de diciembre de 2010, José Cicero acompañó con órgano y canto la última misa de la mañana, apagó el órgano, juntó sus pertenencias, recorrió las galerías superiores de la Basílica para realizar sus acostumbradas oraciones al concluir su tarea y partió para ya no regresar. Se fue solo, en silencio. Nadie se acercó a despedirlo. 


Gracias, maestro Cicero, amigo bueno, por su entrega y constante buen ejemplo y por todos los años de su vida haciendo lo que alguien llamó "la música de Dios", todo lo cual no quedará sin recompensa.

Fotos: "Rok" Fink (archivo personal)